Nuestra Sra. de Covadonga

Bien sabida es la causa, que dio celebridad respetable en toda la cristiandad al Santuario de Covadonga, por la especial protección y confianza que la Omnipotencia divina dispensó en aquel sitio a las armas Católicas contra los Mahometanos, que intentaban apoderarse de las Asturias y Montañas, como lo habían hecho de la tierra llana de España en el año de 711 de Cristo: imperando el Califa Walid de la dinastía de los Omiaditas y reinando entre nosotros D. Rodrigo.

La intercesión de nuestra Señora, que se venera en Covadonga de tiempo inmemorial y el esfuerzo de los naturales del país, conducidos del Infante Don Pelayo de la sangre Real de los Godos, inutilizó el acometimiento de los árabes, que por Cangas de Onís, y la Riera venían a atacar a los Españoles, amparados del monte Auseba y estrechura de Covadonga. Este suceso acaeció en la era 756, año de Cristo 718 a primero de agosto, según se refiere en la copia de un privilegio de 31 de octubre de la era 778 de Don Alonso el Católico.

De esta victoria resultó libertarse Asturias, y aquellas montañas para siempre de sus incursiones: que jamás volviesen a poner el pie en aquel país; y alentados los Asturianos y demás Españoles con tan memorable triunfo, emprendiesen el loable empeño, conducidos de tan valeroso Príncipe y caudillo, sus gloriosos descendientes y sucesores, de arrojar de las Españas a sus injustos invasores; restaurando las glorias de la monarquía española y la religión católica.

La devoción a la Virgen en el Santuario de Covadonga fue desde entonces una obligación común a los Españoles, que en todos los siglos sucesivos experimentaron copiosamente su patrocinio; acudiendo de todas partes a aquel venerable Santuario.

La forma humilde de su construcción de madera nada rebajaba la devoción de los fieles. Este edificio se conservó por casi doce siglos, habiéndose erigido antes en monasterio, que con el tiempo se redujo a una Iglesia colegial con su Abad, Canónigos y demás subalternos, que cuidasen de su perpetuo culto, y de rogar a Dios por la conservación de la familia Real y felicidad común de la nación.

Santuario

En una elevada montaña de piedra escarpada, que hace frente a la profundidad de un valle, formó la naturaleza una cueva de fondo capaz, para haberla aplicado a poca diligencia a algún uso, pues no es creíble que en un paraje, por todos lados inaccesible, se hiciese por el arte. Subministró este el medio de dar una comunicación, abriéndola a punta de pico por el costado más inmediato a la misma cueva, que es la única puerta que ha tenido y conserva para su entrada.

Rey Don Pelayo

El destino a que se aplicó por nuestros restauradores es el que se ha referido, de colocar allí para siempre la Santa imagen de la Virgen María Señora nuestra; y les fue preciso para defensa de la intemperie cerrar la parte descubierta que mira al valle, y ganar alguna más extensión al pavimento. Porque el piso natural de la cueva es quebrado, y no de tanto ámbito, como el que ofrece la techumbre de piedra, que se avanza a cubrir mayor espacio.

Esta cueva llamada Covadonga es aquella donde el Infante Pelayo se encerró con estos pocos Cristianos que entonces le seguían, y aquí obró Dios por ellos de sus acostumbradas maravillas, como en todos nuestros historiadores se lee, razonando de lo mismo los naturales de esta tierra como si pasara ayer, a veces con verdad, a veces con fábulas, a que la grandeza de los hechos da ocasión, y de allí le quiso combatir y allí bajó el Infante con los suyos a pelear con el esfuerzo milagroso del cielo y con ayuda también de parte de sus cristianos, desde la cumbre de la peña y montaña derribaron sobre los moros grande multitud de piedras, con que mucho los ofendieron y los comenzaron a desbaratar.

En esta capilla o pequeña cueva está una gran tumba de piedra, más angosta a los pies que a la cabeza: el arca de una pieza, y la cubierta de otra: todo liso sin ninguna labor, ni letra. Esta dicen todos, que es la sepultura del Rey Don Pelayo; añadiendo que el Rey Don Alonso el Casto, cuando edificó esta iglesia, pasó a ella el cuerpo de este Rey de la Iglesia de Santa Eulalia, que él allí cerca, había edificado y enterrándose en ella.

Dentro de la capilla-mayor al lado de la epístola esta otra tumba de piedra lisa, que aún parece más antigua que la pasada, y unos dicen que está allí su hermana del Rey D. Pelayo, y otros que su hijo D. Fabila.

En el altar esta una imagen de nuestra Señora, de obra nueva bien hecha. Con esta santa imagen se tiene gran devoción en esta tierra, y se hacen a ella grandes romerías y hay grande concurso el día de nuestra Señora de septiembre.

Datos tomados de la obra “Noticia de la antigüedad y situación del Santuario de Santa María de Cobadonga, en el Principado de Asturias” de Ambrosio de Morales.